Muchos escritores y poetas han pensado sobre la cultura de la vida. Este tema que se torna cada vez más necesario, involucra no solamente a los jefes de comunidad o al gobierno, es algo que nos compete a todos.
Personalmente me he involucrado en un movimiento que llamamos: “no a los juguetes bélicos”. Esta cruzada se inició con el fin que nuestros niños no crezcan con al idea de jugar a la muerte. Cuantos niños y niñas no se divierten con vencer a los demás, aniquilando sus vidas. Cada día surgen mejores maneras de exterminio; desde la pistola de agua hasta la espada láser. Ellos se involucran en guerras cada vez más sangrientas y en las que las tácticas militares se hacen más ingeniosas.
El poder que la televisión tiene sobre ellos es sorprendente. En cada esquina se les ve jugando a Dragon Boll, Medabots, y un sin fin de proyecciones de matanza y aniquilación. Películas como
La sensibilidad de la gente ha caído tan bajo que el sonido de una ambulancia se ha vuelto tan común que ya es parte del diario vivir. Los linchamientos, protestas, quema de edificios y vehículos son el tema de cada almuerzo. La noticia es: “ !ni sabe a quién quemaron hoy¡”. Ya no se habla del “cómo te fue hoy?”, “qué vas a hacer más tarde?”. Nadie se preocupa por el estado de la sociedad ni de que sucederá luego. Parece que hemos tomado la vieja frase: “si la vida es cruel.. Por qué la muerte no?”.
Digamos sí a la vida, es una sola. No se repite.
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